Después del escándalo sexual del israelí-estadunidense y neoconservador straussiano Paul Dundes Wolfowitz –arquitecto del fracaso militar en Irak– cuando fungía como director del Banco Mundial que le subvencionaba sus amoríos clandestinos, ahora toca el turno del escarnio púb(l)ico a Strauss-Kahn, director malhadado del FMI.

Ante el empuje otomano en 1452, los exegetas del decadente imperio bizantino discutían estérilmente el sexo de los ángeles. Un barómetro de la decadencia de los imperios se refleja en el nivel intelectual de sus disquisiciones, como sucede en Occidente, volcado en escándalos eróticos, a defecto de mayor sustancia: Berlusconi, John Edwards, Schwarzenegger y Dominique Strauss-Kahn.

Varios mitos fundacionales del viejo continente se basan en raptos: desde aquel de Europa, la princesa fenicia de Tiro por Zeus, hasta el de las Sabinas por el rey romano Rómulo.

Los otrora fecundos (literalmente) actos fundacionales occidentales –que explican creativamente las hibridaciones biológicas y propedéuticas de sus pueblos cuando todavía no existía Estados Unidos–, han degenerado en aquelarres politizados de corte economicista, al estilo del vestido azul mancillado de la israelí-estadunidense Mónica Lewinsky con Clinton (debido, a nuestro juicio, a su progresista reforma de salud que infligía severos daños a la industria farmacéutica) y se han degradado en escándalos de burdel de corte financierista, como sucedió en Manhattan con Eliot Spitzer, ex gobernador de Nueva York, apresado por la temible policía local (NYPD, por sus siglas en inglés).

¿Quién controla a quién en Manhattan? ¿La NYPD al mundo financiero de Wall Street, es decir, a los amos del universo y sus inimputables trece banqueros (los nuevos dioses mitológicos del Olimpo financierista estadunidense), o al revés? Esta es la clave pare elucidar la asombrosa celeridad y eficiencia de la NYPD en un fin de semana –mientras jugaban beisbol los mulos (sic) de Manhattan, mejor conocidos como los yanquis de Nueva York– para apresar ignominiosamente al indefendible Strauss-Kahn.

Después del escándalo sexual del israelí-estadunidense y neoconservador straussiano Paul Dundes Wolfowitz –arquitecto del fracaso militar en Irak– cuando fungía como director del Banco Mundial que le subvencionaba sus amoríos clandestinos, ahora toca el turno del escarnio púb(l)ico a Strauss-Kahn, director malhadado del FMI.

Que Strauss-Kahn haya caído en una trampa en un hotel francés de Manhattan en su suite de 3 mil dólares al día, o haya sido motivo de un montaje bien armado con una recamarera de Guinea de 32 años (cuya efigie todavía no emerge a la luz púb(l)ica), o haya sido atrapado in fraganti en su recidivista frenesí sexual, no varia en absoluto los antecedentes del hoy aniquilado director del FMI ni las consecuencias que se han desatado en Francia y el mundo: castrado para descolgar la presidencia gala y prácticamente defenestrado de la dirección del FMI que se disputan sin decoro las aves de rapiña del financierismo global.

Tal es el Occidente del siglo XXI consagrado a linchar a los abatidos cuando se atreven a confrontar el vigente orden mundial, aunque se encuentre en conspicua retirada. El corolario es también verdadero: la inmunidad judicial de sus genocidas globales desde Irak (Baby Bush, Tony Blair y José María Aznar López) hasta Acteal y Aguas Blancas (Zedillo).

¿Cuántos Spitzer o Strauss-Kahn no existirán en Manhattan que gocen de la inimputabilidad del orden financierista de Wall Street? ¿Será diferente la vida sexual y/o las pretendidas desviaciones de los omnipotentes trece banqueros de Wall Street que gobiernan al mundo a la de los herejes de Wall Street perseguidos implacablemente, como Spitzer y Strauss-Kahn?
Más allá de la hipócrita pudibundez puritana de la ciudad de la manzana (en alusión al primigenio pecado bíblico) no faltarán quienes aduzcan la justicia divina, así como la virtuosa incorruptibilidad del sistema judicial neoyorquino (que se cuece aparte del resto del país, justamente debido a la ubicación de Wall Street y la ONU) que encarcela ciegamente, como debe operar una jurisprudencia regeneradora de la armonía social, hasta un poderoso financiero global de la talla de Strauss-Kahn, un fariseo socialista (sic) de carros de lujo y trajes de 20 mil dólares la pieza, quien ahora está confinado en la legendaria cárcel de la isla Rikers junto a otros delincuentes del lumpen.

La metáfora de la justicia divina (seguimos en el Olimpo financierista) es apabullante: el vilipendiado FMI se da el lujo de negar rescates financieros a los países del mundo derrelicto –o, en el mejor de los casos, aplica condicionalidades castrantes a los ciudadanos de la periferia subyugada para que pueda vivir lujosa y parasitariamente el vigente orden mundial, aunque en obscena decadencia (en tanto no exista un sucedáneo sucesor multipolar)– mientras a su director, Strauss-Kahn, la jueza de Manhattan le niega tanto la fianza de un millón de dólares como el brazalete detector.

Recientemente Strauss-Kahn había confesado sus tres vulnerabilidades: dinero, las mujeres y ser judío. Ya lo sabíamos.

En forma premonitoria, como acaba de publicar el rotativo galo Liberation (portavoz de los socialistas), Strauss-Kahn había advertido que podía ser motivo de un montaje sexual por un millón de dólares (Mail On Line, 17/5/11). Se le cumplieron sus agüeros, pero le saldrá mucho más caro en Manhattan, donde un juicio cuesta infinitamente más que en París.
Según el portal alemán Der Spiegel (16/5/11) son malas noticias para el euro, a nuestro juicio, enfrascado en una guerra de las divisas sin cuartel contra el dólar. A Strauss-Kahn le correspondió el lanzamiento del euro en el gobierno socialista de Lionel Jospin, en 1998.

Strauss-Kahn fue demasiado eurocéntrico, rescatando al despreciado PIG (acrónimo anglosajón de Portugal, Irlanda, Grecia) cuando a quien se requiere salvar antes que a nadie es al dólar, todavía la quintaesencia del desfalleciente orden mundial unipolar.

En sincronía afiliada y afilada con los banqueros esclavistas Rothschild, el megaespeculador con disfraz de filántropo George Soros, el mafioso Mac Reich y Joseph Stiglitz (¡para lo que sirven los premios Nobel de Economía!), Strauss-Kahn se había pronunciado por la sepultura del dólar como divisa de reserva de última instancia, para ser sustituido por los Derechos Especiales de Giro.

Como Saddam, Kadafi y el CCPAG-6 (ver Bajo la Lupa, 15/5/11), Strauss-Kahn declaró la guerra financiera al dólar y a Manhattan, perdón, a Wall Street, a su cuenta y riesgo.

Cuando se avizora en el radar un tsunami financiero a partir de fin de junio (GEAB No. 55, 16/5/11, y confesión pornográfica del ex primer ministro británico Gordon Brown; The Daily Telegraph, 16/5/11), ¿sufre el euro un estupro, como las doncellas de reciente adopción global, de parte del dólar –pese a encontrarse en caída libre– cuando cada quien de los grandes de la Tierra lucha por su supervivencia individual?

Strauss-Kahn había cometido varias impudicias de lesa majestad contra el orden mundial unipolar, aún con asiento en Manhattan. A reserva de ahondar próximamente, baste señalar la reciente blasfemia antiunipolar de Strauss-Kahn para regular la globalización financierista (Mike Whitney, ICH, 15 y 17/5/11).

El muy bien informado Pat Buchanan lo resume espléndida y geopolíticamente (Real Clear Politics, 6/5/11): “el escándalo sexual del FMI fue un pésimo día para el nuevo (sic) orden mundial.

Parodiando a Clausewitz: ¿La doble emasculación de Strauss-Kahn y el FMI es la continuación de la guerra financiera global con armas sexuales?


Ver en línea : Por Alfredo Jalife-Rahme

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